Esta semana iba a escribir sobre nuestra huerta pero estoy tan deprimida por la muerte de Rafa Saavedra que lo tengo que posponer.
Para mi ser bilingüe siempre me ha forzado a separar los dos mundos. Pero para Rafa no, el mundo era el mismo, un revoltijo de Spanglish. El era ciudadano de Tijuana, capital del país que la revista TIME llamó MexAmérica, territorio entre México y Estados Unidos donde las personas hablan entre Inglés y Español y cruzan la frontera para comer unos tacos al pastor o irse de compras.
Yo crecí con la enseñanza de que mezclar los dos idiomas era sacrilegio, hablar pocho no esta bien, menos escribirlo, pero a Rafa nunca le importó eso. Cruzaba la frontera bilingüe sin problema alguno, sin importarle quien lo siguiera, pero siempre extendiendo la mano para invitar.
Me duele que un gran escritor ahora ya no esté aquí. Incluso me atrevo a decir que influenció mi propia escritura. Hubo un momento en que fue uno de mis escritores favoritos, en la universidad, cuando leía «El problema de enero» cada fin de enero como un rito. Los hubieras no sirven, pero me hubiera gustado conocerlo, quizá hasta tomarme una foto incómoda con el. Fue en un café de la Colonia Roma o la Condesa (uno de esos tantos) donde por primera vez leí su relato de «Vomito en el Freeway» en la revista Moho.
Fue uno de los primeros escritores mexicanos en cruzar la ciberfrontera y navegar entre los musgos virtuales para crear un espacio en el interweb, que ahora se conoce como el mundo bloguero. Un verdadero cibernauta, frase antigua, pero propia de un pionero. Se te va a extrañar Rafa Dro, «El escritor increíble».